Existen una serie de prácticas sexuales que todavía tienen alrededor de ellas un tabú enorme. Aquellos que las practican no lo cuentan, por vergüenza o miedo a ser juzgados, y los que no las realizan las consideran desagradables, pero lo cierto es que a cada persona le excitan cosas diferentes y nadie es quién para decir qué está bien y qué no en el sexo.
Entre esas prácticas tabú se encuentra la lluvia dorada, también conocida como urolagnia o urofilia, considerada una parafilia sexual. Si te preguntas qué es una parafilia, detrás de ese nombre lo que se oculta es simplemente un fetiche, la experimentación de un deseo sexual que se sale de lo normativo. También en su día el sexo oral era considerado una parafilia, aunque ahora esté normalizado.
Pero, ¿en qué consisten las golden showers? El principio es bastante simple. Esta práctica consiste en que una persona recibe una estimulación placentera relacionada con la orina, principalmente la excitación ante la acción de miccionar sobre la pareja, que esta le orine o incluso ambas opciones a la vez.
La realización de esta práctica surge por distintos motivos pero es importante tener en cuenta que debe ser siempre una práctica consensuada. Una pareja puede llevar a cabo lluvias doradas con el fin de establecer una conexión y una intimidad profundas. Las golden showers forman parte de un juego de dominación y sumisión relacionados con la humillación de la parte pasiva, por lo que se incluyen dentro del mundo BDSM. Cuando se realizan en pareja, el placer puede provenir desde ser el que tiene el control, la parte activa, o de ser el sumiso, al que humillan, la parte pasiva, lo que requiere un espacio de confianza extremo.
Pero en la urolagnia no todo es orinar sobre otra persona o ser orinado, también existen distintos estímulos relacionados. Por ejemplo, puede ser que el placer provenga del exhibicionismo, es decir, de orinar en público, o del contrario, el voyeurismo, ver a otras personas orinando. También puede haber estímulo sexual al observar a la pareja orinando en público. En otros casos, la excitación proviene del olor de la orina o de mojar la ropa (ya sea la de uno mismo o la de la pareja). Por último, en casos más extremos, se puede llegar a disfrutar incluso de la ingesta de la orina (con el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual que esto conlleva). En definitiva, la lluvia dorada es una práctica que tiene muchas variantes y que depende de cada persona, del espacio de intimidad que tenga con su pareja y de hasta dónde quiera dejarse llevar por la fantasía.
En cualquier caso, las lluvias doradas no son una práctica sexual moderna. En textos clásicos se cuenta que Zeus, el dios de dioses griego, que quiso seducir a Dánae, encerrada en una jaula, la dejó embarazada a través de una lluvia dorada de la que surgiría Perseo. Con lo que, sí, hablamos de una parafilia con miles de años de historia. ¿Te atreves a practicarla?